Campera Hotel Burbuja representa una propuesta arquitectónica y territorial que explora nuevas formas de ocupación temporal en un paisaje productivo. Implantado sobre un antiguo campo olivarero —hoy convertido en un viñedo en regeneración—, el proyecto propone un modelo de alojamiento mínimo, de baja densidad y máxima inmersión paisajística, articulado con sensibilidad en el entorno agrícola del Valle de Guadalupe.
Valle de Guadalupe, Ensenada, BC, México
Construido
2016
1.5 Ha
Leisure & Hospitality
Hoteleria
Con una densidad de 13.3 habitaciones por hectárea, el trazado general responde a una lógica de fragmentación controlada. Las unidades se dispersan cuidadosamente entre alineaciones de olivos y elementos lineales de heno, que cumplen simultáneamente funciones de contención, control visual, protección climática y delimitación espacial. Esta disposición busca atenuar la presencia arquitectónica a favor de la experiencia paisajística y sensorial.
El trazado evita la creación de vialidades duras o ejes urbanizadores tradicionales, privilegiando recorridos peatonales sinuosos, que diluyen la percepción del conjunto como “hotel” y lo redefinen como un tapiz de microhabitaciones inmersas en el paisaje rural.
Cada módulo habitacional se conforma mediante una estructura inflable de geometría orgánica, compuesta por tres cápsulas interconectadas: dormitorio, baño y vestíbulo de acceso. El domo central, completamente transparente, permite la contemplación cenital del firmamento, ofreciendo una experiencia astronómica directa desde el interior. Las cápsulas son autoportantes, desmontables y energéticamente eficientes, lo que convierte al conjunto en una arquitectura reversible, con mínima huella ecológica.
Las áreas exteriores privadas de cada burbuja integran decks de madera con hot tubs, mobiliario de observación y pequeños jardines secos con especies autóctonas. La materialidad dialoga con el lugar a través de recursos locales: pacas de heno, grava volcánica, madera termotratada y vegetación de bajo consumo hídrico.
Lejos de proponer un enclave turístico convencional, Campera se configura como un experimento de hospitalidad en sintonía con el territorio. El proyecto cuestiona los límites entre arquitectura, infraestructura ligera y paisaje productivo. Su carácter efímero, su escala contenida y su voluntad de integración lo convierten en una respuesta sutil y contemporánea a la demanda creciente de turismo de experiencia en regiones agrícolas emergentes como el Valle de Guadalupe.